Un cuento - José de la Vega
Se escuchó un grito fuerte; le habían dado a Julio.
- Hey, tú, aviéntalo nomás -dijo el conductor. Estamos jodidos.
Se fueron por un callejón medio oscuro, y se dispersaron. Jorge no los volvió a ver.
Ahora él estaba solo, no pudo encontrar a sus camaradas esos días.
Caminando con cuidado,,aprovechando la noche, donde había menos resguardo, identificó al menos preparado y le dio directo a la cabeza. Ladraron los perros y cuando corrió a escabullirse, dio dos disparos más y un guardia cayó. Al otro le dio en la pierna.
Entonces no desperdició esta ocasión. Corrió tras el herido, vio el charco de sangre que salía de la pierna, y se la salpicó a los ojos, para dispararle en el corazón varias veces.
Sabía que no tenía escapatoria: ya habían avisado a los tombos, entonces, antes de que lo mataran, tiró el arma, se arrodilló como suplicándole al señor, y se dio uno directo en la oreja.
Sobrevino un caos total en este maldito pueblo, se veía a lo lejos correr a unos hombres fuertemente armados, mientras las mamás jugaban también un rol: su espantoso llanto. Pero Jorge no podía escuchar el caos, el llanto...tenía las orejas llenas de sangre.
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