Calle Colón Cuadra Cuatro
Un auto que retrocede y unas piernas que se detienen a mitad de una vereda miraflorina. La noche ha hecho desierta la cuadra cuatro de la avenida Colón. Nadie la mira, Antonia decide subirse al Mercedes plomo.
Deja las bolsas en el asiento trasero, se pone el cinturón y entonces cierra la puerta. Él la mira buscando su mirada, por fin ella voltea y nerviosa intenta una sonrisa que Alfonso detiene al besarla. Ella toma su cabeza canosa y mientras sus labios emprenden la lucha, el auto que viene detrás, los cohíbe con su bocina.
Alfonso decide frenar el impulso mientras Antonia seca sus labios. No hay palabras camino al hostal, sólo dedos que se pierden entre dedos. Llegan y con un gesto que Alfonso plantea desde el auto, se abre el portón. Estaciona el auto y mientras recoge las llaves, descubre a Antonia recostada en el asiento observándolo, otro beso más y mejor apúrate Alfonso que ahorita me vengo…
El ascensor, las miradas dirigidas hacia partes precisas y por fin el piso nueve. Las llaves, la prisa y las piernas de Antonia apretadas al pantalón. Esta es la última vez, se dice ella mientras desde la cama mira a Alfonso desatarse la corbata. Cae la camisa, cae la blusa, los pantalones que liberan las piernas que Alfonso comienza a besar, el sostén, la camisa, la piel.
Encabalgada, Antonia repite que es la ultima vez y Alfonso mordisqueando sus pezones, resume su incredulidad. Caen los parpados de Antonia y las carcajadas que vienen a continuación reafirman a Alfonso lo buen amante que es. Ahora ya puede, en contracciones dejarse vencer, desapretar la mente, soltarlo todo.
Dos días después, cuando la Calle Colón, Cuadra Cuatro se encuentra nuevamente a oscuras, el Mercedes plomo vuelve a retroceder y las piernas de Antonia se detienen.
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