Thursday, February 15, 2007

Microcuentos de Marco Tulio Capica

Situaciones artificiales/ Insomnio

No existe una norma para escribir, pero igualmente me considero un escritor anormal. Es lugar común vivir y luego escribir. Mi operación es inversa: escribo y luego vivo. Cada mañana amanece un día concebido desde un guión anterior, cada paso es la representación de una obra pretérita. El día es calco de una página, la prolongación de sus sentidos con actores de carne y hueso.

Luego del cotejo, lo único difícil es corregir, corregir por las noches.

Del libro inédito Está estética

Descripción de la última escena

La cámara fija el cuadro, con un zoom descarado, en la lucha de lenguas que se da en la última escena de la película. Por la agitación de los protagonistas, el espectador debe suponer que las manos de ambos no están nada quietas; ello, sin embargo, no debe ser mostrado: únicamente debe verse la batalla febril entre los dos miembros gelatinosos y babeantes, el vaivén lascivo de dos casi animales. De pronto la cámara se aleja. La gente retrocede las cabezas.

Funciona.

La gente aplaude.

Del libro inédito Está estética

La extinción de los unicornios

En un otoño futuro, dejaremos de imaginar al equino fantástico, a su cuerno puntiagudo y benéfico. Su palabra pasará del diccionario a las fábulas de los niños –regresará...-, de las fábulas de los niños a las de los abuelos, se morirá con ellos. Sonarán sus coses en conversaciones distraídas, sin el vigor suficiente. En todos los casos, aunque mantendrá la altivez propia de su inmaterialidad, será temeroso, conciente de su paso efímero y de que su lomo ya no recibirá jamás la levedad de las vírgenes.

Es seguro que los románticos –que siempre hay- describirán su pelaje, su vigor y su magia, se burlarán de las miradas sospechosas, que solo saben de parientes que ganan un sueldo en los hipódromos; los más osados, incluso, colocarán afiches con un “se busca” al pie de su perfil.

Todo en vano. La gente pensará que se equivocaron al dibujar un caballo, que esa palabra nueva no solo es inútil, sino hasta fea.

Entonces, cuando aparezca celebrando su revelación con relinchos completos, contestaremos el teléfono inalámbrico, prenderemos el aire acondicionado, correremos a la cocina al llamado inminente de un microondas, de espaldas a la estocada mortal de su espiral de hueso.

Del libro inédito Está estética

La belleza en los enanos

Interesa la siguiente respuesta del Dr. M. T. C., autor de la célebre frase “la locura es el resultado de perseguir la verdad a costa de todo lo demás.”, quien, para explicar el concepto de “mujer graciosa” a un insistente alumno de primer semestre, utilizó un remate aristotélico:

“Con mujer graciosa me refiero a una mujer con gracia, no de cuerpo chistoso, como vulgarmente se podría entender; es decir, con armonía y proporción en el alma y el cuerpo. Y no se piense que redundo con esto de armonía y proporción. La armonía tiene que ver con una distribución interna de los elementos, con la manera como se encuentran en un espacio determinado. La proporción, en cambio, se refiere más a la deuda que uno tienen con el molde; los elementos, desde el punto de vista de la proporción, no son evaluados de manera holística, sino interparadigmática. En ese sentido, un enano puede ser más armonioso que otro, pero ninguno puede ser proporcionado”.

Del libro inédito Está estética

Identidad desconocida

Se trata de un caso repetido, pero interesante.

Un escritor fracasa redactando una primera novela, que hecha agua por todas partes: espacios poco significativos, giros argumentales gratuitos y carentes de expectativa, una filosofía mal enhebrada en parrafadas de monólogos sin el menor cuidado léxico... Sin embargo, un personaje, entre los tantos que se confunden o son la pálida versión de sus posibilidades, parece satisfacerlo, lo conmueve, no sin cierta justicia.

Pasan los años y, dada su patente falta de talento, decide abandonarse y ser él, el personaje que sobrevivió a la debacle, su único acierto como escritor y en general. Se comporta como él, adopta sus preferencias, ajusta sus modales a las parcas descripciones que de ellos se registraban en la novela: un poco de grácil misantropía, otro tanto de anarquismo sin compromisos, una aguda percepción de las circunstancias que lo redimen y que, precisamente por eso, evita.

De hecho, escribe, encuentra que esta vez la presión es menor, el personaje era un escritor fabuloso, un tipo tal que la escritura le emanaba como el sudor al resto de los mortales; hace de su vida una verdadera autocomplacencia.

Al final de sus días, cuando los otros personajes lo han desbordado y ha juntado tanto papel escrito como para hacerse un nombre en el medio -en el principio, en el final-, decide quemar todo, convencido de que esa era la manera más justa de terminar con un personaje, con un mal personaje.

Del libro inédito Consejos para ganar al novel

Tradición y ruptura

-Para un escritor novel, peor que no tener futuro, es tener un pasado-me dijo, más o menos.

Yo le creí. Estoy a punto de cumplir cuarenta años, y sigo royendo mi primer cuento, que parece un poema (breve).

Con los años y las lecturas, le respondo, acoto: para el escritor consagrado, peor que pecar de soberbio, es dar malos consejos.

No me crean.

Del libro inédito Consejos para ganar al novel

Sentí por fin que moría

Corrí, entonces, antes de que la sensación me abandonara, que se fuera su posibilidad de expresión, antes de que la vida vuelva a su cauce normal, llena de experiencias comunes y deseos calcados de un molde general, el lápiz en la mano, la imaginación al vuelo y en plena caza, tomando notas precarias, pero intensas, en el cuadernito mental que antecede mis fárragos verbales, corrí y corrí, sudado, feliz, inefable yo, casi gozoso, de no ser por el temor de siempre, el temor a la copia, a la repetición, hoy en día la gente muere a cada rato, al menos así en el cuadernito mental, corriendo y hablando, porque ya me describía corriendo hacia ese otro lugar, corriendo y hablando, misterioso, sorprendente, original, el tema, seguramente, porque me iba, porque me iba

Del libro inédito Consejos para ganar al novel

Anónimos

Soy tímido, esa es la verdad. Y desde pequeño. Cuando era niño y mis ambiciones tan breves como mis pantalones, era bueno en matemáticas, fáciles como un juego, me decía, y con esas llegaba hasta la final del concurso interno que mi colegio celebraba bimestralmente, para sorpresa de todos mis compañeros que, dicho sea de paso, me consideraban una nulidad sea cual sea el rubro del que se hablara. Sin embargo, pensar que debía cruzar el patio frente a todo el alumnado, en pleno lunes de formación, bochorno, indiferencia e himno nacional mal cantado, me sacaba de la final y me reducía nuevamente al anonimato, a mi carpeta del fondo del salón donde no sabía bien qué pasaba con ese señor tan serio que dictaba y dictaba.

Cuando crecí, no vi mejor forma de ejercer mi soledad y mi timidez que la literatura, primero leyendo, y luego pergeñando cuentitos en los que era menos ruboroso. Nadie los leía, porque yo los subestimaba o porque sabía que solo yo podría sobreestimarlos. Así, hasta que junté un número y calidad considerables.

Grande y desempleado, con media promoción escolar inserta en el mercado laboral, decidí que mi reivindicación debía ser algo más que una ficción: decidí publicar. Eso traía problemas que la timidez no resuelve. Si cruzar la formación me causaba pavor, por la caída hipotética antes de llegar al estrado y recibir el premio, publicar me parecía de peor calibre, quizá lo mismo, pero desnudo.

Así que lo publiqué con un seudónimo, Max Mor, con la mala suerte de que este señor existía.

Al parecer, los cuentos eran buenos, porque ganaron publicidad inmediata. Max no tuvo problemas con adueñarse de las regalías, la prensa y la patología y media que contenía el libro: más que defectos personales, los consideraron una virtud del texto o discurso, no recuerdo exactamente la palabreja.

Por mi parte, me reconforta. Verlo recibir premios por la tele es la única forma en la que cruzo el patio. De cuando en cuando me visita, no solo para recibir material nuevo, sino, sobre todo, para saber cómo siguen mis nervios, siempre endebles.

Después de todo, Max resultó ser un hombre considerado.

Del libro inédito Consejos para ganar al novel

Una mujer que se levanta temprano

No suele ser atractiva, pero fíjate bien en este detalle.

La casa está en penumbras, ella ahí sigilosa. Solo la cubre una bata pesada e impermeable. El resto de los habitantes duerme como si en su vida lo hubieran hecho o como si nunca más fueran a hacerlo. Los sonidos plantígrados a ella no le preocupan, felizmente. Continúa en su viaje ciego hacia, literalmente, el final de la noche.

(No digas que le invento poesía; ella es capaz de eso y más.)

El sol empieza a salir, y aunque le importa más que el concierto mudo de sus alrededores, parece ignorarlo. Las ojeras, sin embargo, ya se notan en el reflejo de las ventanas, así como sus hombros caídos y ese par de nalgas que nunca fueron lo que ella quiso y cada vez lo son menos.

Para ese entonces, la cocina será un dechado de orden, aunque solo por un instante fugaz, pues el sol despereza a la jauría hambrienta. Cruenta, sin reparar en la magia de dicha aparición súbita, diaria, necesaria, acaban hasta con el último mendruguillo, y se van.

Sin resignación, sin pena, la mujer que se levanta temprano acaba con las huellas de la estampida, en un intento por recrear artificialmente la madrugada y sus soledades. Conciente de la futilidad del esfuerzo, lleva su cuerpo intencionalmente moroso hacia la pequeña maceta que cobija a pesar de todo. Mira a la aún más pequeña planta, cuenta las líneas de las hojas que no notarás nunca, reblandecida por la curiosa coincidencia del sol que lanza un rayito desde tan lejos sobre esa brevedad vegetal y

(y aquí está el detalle)

le habla.

Del libro inédito Señor, una preguntita

Xenofobia

¿Si estoy en China y me declaro xenófobo, entenderían que los odio o que me odio a mí mismo? Esa es una pregunta que me aqueja frecuentemente, sobre todo cuando, al regresar a mi casa, no recuerdo quién soy.

Del libro inédito Señor, una preguntita

Mensaje de un poeta joven que no ha escrito absolutamente nada redactado justo antes de suicidarse

Espero que alguien cuente esta historia. Espero que ya la hayan contado.

Del libro inédito Títulos completos

Todos dicen te quiero

Te quiero. Te quiero mucho.

Del libro inédito Títulos completos

Filosofía, poesía e idiotez

Hay tres cosas que hacer con la confusión: o bien tratas de explicarla, y entonces te vuelves filósofo; o bien la circundas con pretextos, y entonces te vuelves poeta.

O bien, por el contrario, la asumes en su condición de innombrable.

Entonces te vuelves idiota.

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo

Ignorantes

Hoy me he sorprendido, al leer a Aristóteles después de años, lo ignorante que era, y lo sabio que soy, dos caras de la misma moneda, dijo Intelectual 1.

Intelectual 2 respondió:

“me has hecho recordar la distinción entre saber implícito y saber explícito de M. T. C. Para ese filosofastro, porque sus articulachos y sus poses rancias de pensador en ciernes no le alcanzaron para más, uno sabe que sabe cinco cosas, pero no sabe que no sabe infinitas. “Así, la ignorancia es el mayor depósito de la sabiduría humana. Un depósito implícito.”, concluye.

“Este no saber que no se sabe es contrario al solo sé que nada sé socrático, en un sentido ético mas no lógico. En ese sentido, si asimilamos la frase “no sé que no sé” a nuestro saber explícito, estaríamos asimilando la ignorancia al ámbito de la verdad, por lo que este sería más ancho, y aquella más pequeña. Sin embargo, es la misma ignorancia la que marca la pauta.

“Ahora bien, y esto no hay que olvidarlo, será una ignorancia explícita, ya que la implícita siempre será infinita, y nunca mayor o menor que la misma ignorancia, siempre ilimitada.”

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo

El concepto de quesadilla

Haciéndose el gracioso, el Dr. M.T.C. definió, en una conferencia última realizada en México, la diferencia entre sueño y realidad:

-El único rasgo distintivo que existe entre ellos es que en el sueño no se pagan las cuentas bancarias.

A lo que un comentarista replicó con la misma intención, aunque con pretensiones distintas:

-Bueno, Doctor, ayer soñé que pagaba una cuenta en el banco.

-Ah, no, Señor, eso no es un sueño –recusó el erudito- eso es una quesadilla antes de acostarse.

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo

Extrañas razones

Por alguna extraña razón, el hombre no puede sentirse al medio. O se siente rico o se siente pobre; o se siente joven o se siente viejo, pero difícilmente alguien se para, en medio del continuo, y dice: “demonios, que estoy algo más que joven” o “qué algo menos que viejo estoy”.

Quizá esto se pueda atribuir a la velocidad de nuestras percepciones o a su simplicidad relativa.

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo

Escena oscura

Hoy he tenido un deseo antiguo: decapitarme y colocar la suela de mi bota, triunfante, sobre uno de los lados de mi cabeza.

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo

Paradoja léxico-burguesa

La palabras “jefe” y “virtuoso” son antónimas que se definen de la misma manera: seres irreprochables.

Del libro inédito Filosofía para el bolsillo