Saturday, April 14, 2007

NO SÓLO ES AGUA

[cuento]
Juan Carlos Romero Girón


Son ya las tres de la tarde y, Mamá no llega, son pocas las veces que su retraso ha pasado de los 10 minutos, pero ya llevo más de 40 minutos esperándola. ¡¿No sé qué habrá pasado?! Me fastidia que no me acompañe a lo que ella misma me ha acostumbrado: ver a Papá fluir por debajo del puente. Es como un ritual que le rendimos en memoria a su muerte, una vez a la semana venimos al río que esta a unos kilómetros más abajo de nuestra casa. Los viernes al salir del colegio me dirijo de frente al río, Mamá después de dejar lista la comida me da alcance. Pero hoy no vino.

De regreso a mi casa tampoco la he encontrado, todo me parece misterioso. La comida esta como todos los días, envuelta en un mantel de lana. Esta media fría. Igual en el taper no queda nada, ni los huesitos del pollo.

Van a dar como las seis de la tarde y ella que no llega.

La bulla generalizada del campo lentamente va llegando a su fin, como la tarde que agoniza, los pajarillos se van acurrucando en sus nidos, las vacas van rumiando silenciosas sólo para ellas, el débil graznido de los búhos se oyen remotamente, y muy cerca algún perro con su aullido pretende opacar el silencio y encumbrar de nuevo la bulla que descansa.

De pronto la puerta de la entrada rechina angustiosamente. ¡Es Mamá! Corriendo salgo a su encuentro, de inmediato lanzo la pregunta que estaba mortificándome.

- Mamá, ¿Por qué no fuiste?

- ¿No fui? ¡A donde!

- Al puente. A ver el río, y ver a Papá -, respondo.

- Hijo de que río me hablas, ¿cuál puente? Tú padre nos dejo y no se sabe donde estará. Mira hijito, son como las diez de la noche, es sólo un sueño, ve, descansa. Hoy el trabajo ha estado pesado. Necesito dormir.

Me despierto con el reinicio del bullicio: el gallo que no deja de cantar, las vacas que no dejan de mugir, los caballos que no dejan de relinchar, los perros que ladran lastimeramente.

Bajo a la cocina, Mamá esta elegantemente vestida con su terno de oficina.

- Hola hijo, como amaneciste -. Me dice

- Bien Mamá -. Mami, por la tarde podemos ir a ver el río.

- Sigues con eso verdad. Por estos lugares no hay ningún río, ni puente, ni cosa parecida. Tú sólo has soñado. Mira. De este caño sale agua, como por el río que sólo discurre agua y es sólo agua y nada mas, como tu sueño, es sólo un sueño.

Mamá se ha ido al trabajo, me dejó comida para que la calentara, ha dicho que no volverá hasta muy entrada la noche. Hoy no hay clases. Es sábado. Después de tomar desayuno, he decidido volver al puente, a ver si puedo distinguir por entre las aguas del río a Papá. También, deseo saber si por debajo del río corre agua y es sólo agua y nada más. Como tercamente me lo repite Mamá.

Por un polvoriento camino, rodeado de árboles verdosos que amablemente se desprenden de su savia fresca, llego al puente. Es un río pequeño, de poca agua y muy mansa. Agarro varias piedras y una a una voy arrojándolas a la corriente que sólo es agua. Las piedras sin mayores dificultades se sumergen para perderse en lo más recóndito del rió. La corriente no parece poner resistencia a las piedras. Cada vez que arrojo con todas mis fuerzas o calmadamente, las piedras, sin mayores problemas igual se sumergen.

Dentro de él no esta Papá, sólo fluye agua y nada más. Mamá tenia razón el agua es solo agua.

Cuando de pronto una densa neblina, espesa y turbia emerge de los suelos y comienza a taparme. No veo más allá de unos cuantos pasos. Estoy asustado. Las neblinas por estos sitios son muy esporádicas. Cada vez más turbia y pesada la neblina va opacando por completo el río y sus alrededores. Por momentos sólo se escucha el inocente borboteo del discurrir del río. No sé qué hacer. Decido a tientas marcharme. Casi al final del puente, una imagen como formada por la neblina se viene acercando lentamente hacia mí. ¿Será Mamá? ¡Que alegría! ha venido a decirme que Papá no esta en el río, y que por él, fluye agua y nada mas. Pero ¡no! Es un hombre de aspecto sensible y envejecido, con un costal al hombro, se viene acercando. Lo saludo.

- ¡Buenos días señor!

- Como estas jovencito, ¿Qué haces por estos campos solitarios? Te has perdido.

- No, señor. He venido a ver el agua del río, y que al final es sólo agua y nada más.

- De veras crees, que el agua es sólo agua y nada más.

- No sé. Pero en el río no veo otra cosa que sea agua.

Amablemente me pide que me siente - te explicare que el agua no es sólo agua- a cogido una pequeña piedra y va lanzándola al cielo una y otra vez.

- Te diré. Que la vida es un ciclo de transformaciones. No es eterna. Está en constante cambio. Y mostrándome la piedra, prosigue. Esta piedra, dentro de un tiempo determinado quizá sea tierra o tal vez polvo, y ese polvo se convertirá en un arbusto o en otro ser, de la misma forma que el agua hoy se te presenta como tal, como agua, algún día puede ser otra cosa, y en general las cosas dejaran de ser lo que hoy son, para luego adquirir otro valor y otro sentido.

Al escuchar atentamente su explicación, volteo la mirada a contemplar el agua - en la que creo ver a Papá - que algún día será otra cosa ¿pero qué cosa? ¿No lo sé? Quiero agradecerle por su explicación, vuelvo la mirada hacia él. Pero ya no esta. Se ha marchado. Más de pronto el esclarecer del día vuelve a mostrarse como siempre, la neblina se borra dando pasó a lo incierto, estoy en medio de la nada.

Sin reparar a mis alrededores sólo corro y corro, hacia el trabajo de mi madre. Le diré que el agua no es sólo agua, que la piedra no es sólo piedra y que algún día se trasformaran, para recibir otra vida nueva. La calle adquiere otra realidad. Esta tupida de carros. De tiendas. De edificios. De peatones y de bullicio. Mamá trabaja en una notaria. Jadeante, llego a su oficina – sin tocar - abro la puerta y me quedo absorto. Mi madre no es mi madre. Es otro ser. Es mi Padre. Sin los saludos de por medio pregunto por mi madre. Más él me mira con dulzura y me dice -. Mira hijo, tú sabes que tu madre ha fallecido hace 14 años ya, pero me alegra que siempre la recuerdes y preguntes por ella. Después de estar un rato con Papá, recordamos que Mamá se nos fue en un accidente de transito, y como ella había falleció en el torrente de un río, quizá por eso sueño con ella y la veo fluir en las aguas del río. Salgo de la oficina y me voy de regreso a casa.

Sin duda lo que ha pasado conmigo podría ser sólo un sueño y nada más. Pero me alejo rebosando de una colosal alegría. Así como el agua no es sólo agua. La piedra no sólo es piedra. Mis sueños no sólo son sueños. Quizá algún día, se transformen en realidades y pueda por fin conocer a Mamá y ser quizás el testigo presencial - un día muy lejano – de la trasformación de las cosas.