Sunday, February 19, 2006

Tendré que confiar en ella

Autor: Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980)

Hace muy poco entró a mi habitación y, casi ordenándome, me dijo que bajara a desayunar. Le pregunté su nombre de inmediato. No me lo dijo. Me miró con cierta ternura y me informó que ella era mi esposa. “Llevamos cuarenta y tres años de casados”, me dijo. Le volví a preguntar su nombre y, antes de responder, se puso muy seria. “Soy Clara… Clara, ¡tu mujer!”. Es cierto: es clara, tiene una piel de porcelana y unos intrigantes ojos almendrados. La siento sincera, honesta a más no poder; sin embargo, no podría asegurar que sea mi esposa, porque simplemente no recuerdo el haberme casado (tampoco recuerdo el siquiera haberme enamorado). Le quise preguntar mi nombre pero me contuve, tengo que recordarlo solo. Juro que no sé cómo rayos me llamo.

Antes de salir de la pieza ella me dijo que yo estaba enfermo, que sufría de lagunas mentales y que a esa enfermedad mi médico de cabecera le llamaba Alzheimer. No le creo, me está mintiendo. ¡Cómo no voy a recordar una enfermedad tan alarmante! Me puse nervioso, tenso, y le dije que me quería ir. “¿Adónde?”, inquirió bostezando. Y no supe qué decirle… Adónde puedo ir si ni siquiera sé en dónde diablos estoy
...

En fin, no me queda otra: por el momento –y a pesar de mis muchos reparos– tendré que confiar en ella. Estoy muy asustado, confundido; pero intuyo que ella es más confiable que mi traicionera memoria.

Imagen: Voyeur, de Kamio Chambless.